jueves, 17 de octubre de 2013

TERESA DE MIER Y EL MITO GUADALUPANO

TERESA DE MIER Y EL MITO GUADALUPANO.
Apóstol Dr. Gabriel Sánchez Velázquez
grbando para Filadelfia Visión.
Si un protestante o un ateo niega la historicidad de las apariciones guadalupanas al mitológico personaje llamado Juan Diego, no sería nada extraño. Pero que un cura católico romano de la talla intelectual de Fray Servando Teresa de Mier, en plenas celebraciones guadalupanas denuncie públicamente que dichas apariciones no son más que un mito, eso merece una consideración especial.
José Servando de Santa Teresa de Mier, Guerra, Buentello e Iglesias nació en Monterrey, Nuevo León, el 18 de octubre de 1763 y falleció en la ciudad de México el 3 de diciembre de 1827, al cobijo de Guadalupe Victoria, pues entonces vivía en el Palacio Nacional. Fue un fraile, sacerdote dominico, y escritor de numerosos tratados sobre filosofía política en el contexto de la independencia de México. Entre otras obras, es autor de Cartas a un americano al español, Historia de la Revolución de Nueva España y Memorias.
Su abuelo paterno, Francisco de Mier y Noriega fue un escribano público que se estableció en Monterrey hacia 1710. Y su padre, Joaquín de Mier fue regidor, alcalde y gobernador interino en la provincia de Nuevo León.
Tuvo buenas oportunidades académicas. A la edad de 16 años, Teresa de Mier ingresó a la Orden de Predicadores (Dominicos) en la ciudad de México. Estudió filosofía en el Colegio Pontificio de Regina Porta Coeli, de la misma Orden, donde se ordenó sacerdote. A la edad de 27 años se doctoró en Teología por la Real y Pontificia Universidad de México.

Pero la vida de Teresa de Mier no siempre fue fácil. El 12 de diciembre de 1794, luego de pronunciar su discurso de oratoria sagrada donde negaba la aparición de la Virgen de Guadalupe su vida cambió de rumbo.
Ese 12 de diciembre de 1794, durante los festejos del aniversario número 263 de la manifestación
Era sacerdote y negó las aparticiones de Guadalupana
en plena misa de celebraciones del 12 de diciembre de 1794
mariana de la virgen de Guadalupe, en presencia del virrey Revillagigedo, del arzobispo Alonso Nuñez de Haro y Peralta y varios miembros de la Real Audiencia de Nueva España, dijo las siguientes palabras:
"Guadalupe no está pintada en la tilma de Juan Diego sino en la capa de Santo Tomé (conocido por los indios como Quetzalcoatl) y apóstol de este reino. Mil setecientos cincuenta años antes del presente, la imagen de Nuestra señora de Guadalupe ya era muy célebre y adorada por los indios aztecas que eran cristianos, en la cima plana de esta sierra del Tenayuca, donde le erigió templo y la colocó Santo Tomé. (primer párrafo del sermón)
Yo haré ver que la historia de Guadalupe incluye y contiene la historia de la antigua Tonantzin, con su pelo y su lana, lo que no se ha advertido por estar su historia dispersa en los escritores de las antigüedades mexicanas." (párrafo final)
Con dicho sermón pretendía demostrar que el culto guadalupano era prehispánico, al igual que el cristianismo, y por lo tanto no había motivos por los cuales agradecer a España, puesto que el imperio azteca era ya cristiano antes de 1519. Sus ideas no recibieron críticas negativas en principio; pero una semana después de haber pronunciado el sermón, el arzobispo Nuñez de Haro (quién en palabras de Mier "sentía aversión por todo lo criollo") le acusó de herejía y blasfemia ante el Santo Oficio, por lo cual se le excomulgó, redujo a prisión, se le despojó de sus libros y fue condenado a diez años de exilio en España, intentó disculparse pero fue en vano lo que le ocasionó el abandono de sus familiares y amigos y después se promulgo un edicto de condena pública que fue leído en toda la Nueva España menos en Nuevo León , el obispo de ahí era amigo suyo . Tras pasar dos meses en la fortaleza de Juan Ulúa el 7 de junio de 1795 embarcó a Veracruz, rumbo a Cádiz1
Fray Servando intentó apelar su condena, puesto que tanto los cargos como el procedimiento fueron ilegales, al ser miembro del clero regular no podía ser sentenciado por el obispo de México (clero secular), además de que fue sentenciado sin previo juicio.

“Lo que Servando considera, sin decirlo abiertamente, era que la aparición y San Diego son un relato, una fábula, una invención, una serie de patrañas inventadas con el fin de convencer y someter a los americanos a una cierta actitud colonial”, detalla. Pero como consecuencia de estas “heréticas proposiciones”, el arzobispo Núñez de Haro lo sentenció a 10 años de destierro en un convento de la Península Ibérica.

Incluso en el tomo I de sus Memorias, volvería a escribir al respecto: “Siguen ahora las pruebas de la tradición de Guadalupe, o, por mejor decir, un tejido de plagios de los más desatinados, necedades manifiestas, vulgaridades y mentiras pomposas, para alucinar y recalentar al populacho imbécil, relincho del caballo bruno para alborotar la yeguada”.

Nadie que discrepe de los dogmas de Roma, sale bien librado. En castigo por haber pronunciado el sermón guadalupano, el arzobispo Alonso Núñez de Haro condenó a Teresa de Mier a diez años de exilio en el convento dominico de Las Caldas, actual Cantabria, España. Además, se le prohibió a perpetuidad el ejercicio de la enseñanza, la enunciación de sermones o la realización de confesiones. Igualmente, fue despojado de su grado de doctor.
Escapó del convento de Caldas rompiendo los barrotes de la celda con martillo y cincel; pero fue capturado y fue encarcelado de nueva cuenta. Esta vez fue confinado en el convento de San Francisco, en Burgos. En su nueva cárcel se le concedieron mayores libertades, por lo que pudo presentar su caso al Consejo de Indias.


Roguemos al Dios TOdopoderoso que la potestad guadalupana ya
caiga a tierra y todos los mexicanos se vuelvan al Cristo vivo y
de poder. Que sea destruido el fanatismo y la mitología gadalupana.
Es interesante que a pesar de que la misma Inquisición no halló herejía ni blasfemia en el discurso anti aparicionista guadalupano, por influencias de la alta jerarquía Fray Servando fue condenado. Al arzobispo Alonso Nuñez de Haro y Peralta y a los jerarcas católicos como él, les queda bien la sentencia bíblica de Isaías 5:20: “¡Ay de los que a lo MALO dicen bueno, y a lo bueno MALO; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!”

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