Apóstol Dr. Gabriel Sánchez Velázquez juntoi al estandarte que le entregaron en México cuando lo envió el Señor a Panamá |
¿PIENSA VALIOSO LECTOR: SI EL OBISPO DE ROMA FUE SIEMPRE EL PAPA, ¿POR QUÉ HUBO MUTUA EXCOMUNIÓN ENTRE ROMA Y CONSTANTINOPLA?
A la luz de la Historia, la imposición de la sede romana fue larga, compleja e inconclusa
EL GRAN CISMA DE 1054
Las iglesias nacionales anticalcedonenses, nunca reconocieron la primacía de Roma; porque Roma ni las fundó, ni tuvo nunca una ministración real para ellas.
Roma ha escrito la Historia a su conveniencia y el pleito por la supremacía de Roma sobre Constantinopla, que Roma llama cisma, que sucedió en 1054, cuando Constantinopla simplemente se mantuvo incólume en su convicción de que Roma no tenía fundamento teológico, histórico o administrativo para imponer su jurisdicción sobre el Oriente, fue solo eso, una confirmación de que Roma no era cabeza de la Cristiandad.
No obstante las contradicciones respecto a la evangelización de Bulgaria, la unidad entre estas dos iglesias se había mantenido hasta aquella fecha aunque sin aceptar una, la supremacía jurisdiccional de la otra; por el contrario, el proceso de alejamiento entre Roma y Constantinopla fue en aumento. Pero ya hay que re escribir la Historia, se hubiera tratado de un cisma si, alguna vez ambas jerarquías hubieran estado unidas; pero no. La única unidad era de insinuación de parte de Roma como siempre actúa, más no de facto.
Repito, la relación de unidad entre Constantinopla y Roma nunca fue real y menos con definición jerárquica; sino insinuante, muy débil, sutil. Sin embargo la situación todavía no era hostil, como llegaría a ser cuando el obispo de Roma en su ambición desmedida de poder temporal exigió supremacía sobre las Iglesias en el Oriente. En Constantinopla había iglesia de rito latino y en el sur de Italia, de rito griego. Nuevos choques (otro nivel de divergencias) se tomó cuando surgieron nuevos factores.
El papado reformado mostró una nueva sed de poder, que es su única virtud desde los días de Constantino el Grande; e insistía cada vez más sobre sus propios derechos jurisdiccionales. Las discusiones acerca de las posesiones bizantinas en el sur de Italia contribuyeron a esta mala relación; en fin, como factor último, decisivo, que ha provocado el enfrentamiento: los normandos, que se habían infiltrado en el sur de Italia y los cuales trataron de aprovechar las posiciones divergentes. En último análisis todo estalló con los normandos.
El papa León IX trató de recuperar la jurisdicción perdida sobre Italia meridional y Sicilia, que durante el iconoclasmo, el Basileus León III, Isaurio "El Sirio"; general de Bizancio (del 717 al 741) había quitado al papado y confiado al patriarca de Constantinopla. Este papa itinerante también tuvo sínodos en la parte bizantina del mediodía y consagró en el 1050 a su estrecho colaborador Humberto de Silvacándida como arzobispo de Sicilia (un título que antes no existía). El papa esperaba al inicio obtener la ayuda de los normandos (en su proyecto de tener de nuevo la jurisdicción de Italia del sur), pero estos comenzaron pronto a amenazar no sólo las posesiones bizantinas sino también las de los Estados Pontificios Y como León IX no tenía a disposición un ejército potente, se volvió al emperador Enrique III, pidiéndole que mandara una armada alemana contra los normandos. Sin embargo, en Alemania muchos obispos no estaban de acuerdo con este proyecto.
El consejero de Enrique III, el obispo Gebeardo logró convencer al emperador de no mandar un ejército en ayuda del papa. Otra prueba de que realmente el papa no tenía supremacía en Alemania.
Entonces hubiera sido posible una alianza del papa con los bizantinos; el gobernador bizantino en Italia meridional Argyros mostró interés para una tal alianza con el papa; pues una tal campaña les convenía a los bizantinos, contra los normandos. Y en el preciso momento cuando el papa quiso concluir un pacto militar con el gobernador bizantino, intervino el patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario, el cual se opuso enérgicamente a tal alianza.
¿Quién fue Miguel Cerulario? Miguel I Cerulario, (* Constantinopla, 1000 – 21 de enero de 1059). Patriarca de Constantinopla de 1043 a 1058.
Elegido el 25 de marzo de 1043, su patriarcado coincidirá con el pontificado de León IX, y a él le tocaría frenar la ambición desmedida de León IX.
El enfrentamiento con Roma se inicia en 1051 al acusar Cerulario a la Iglesia occidental de herejía judaica por utilizar pan ácimo en la Eucaristía, y amenazar con el cierre de las iglesias latinas de Constantinopla que no adoptasen el rito griego.
El papa León IX que, amenazado por los normandos, buscaba una alianza con Bizancio mandó, en 1054, una embajada a Constantinopla encabezada por su colaborador, el cardenal Humberto de Silva Candida, y formada por los arzobispos Federico de Lorena y Pedro de Amalfi.
Los legados papales negaron, a su llegada a Constantinopla, el título de ecuménico al patriarca, de Constantinopla y, además, pusieron en duda la legitimidad de la elevación de Cerulario al patriarcado.
El patriarca se niega entonces a recibir a los legados y, Humberto responde publicando su “Dialogo entre un romano y un constantinopolitano”, en el que se burla de las costumbres griegas, y excomulgando a Cerulario mediante una bula que depositó el 16 de julio de 1054 sobre el altar de Santa Sofía; tras lo cual abandonó la ciudad.
El 24 de julio de ese mismo año, Cerulario responde excomulgando al cardenal y a su séquito con lo que se demuestra que Constantinopla nunca entendió y mucho menos aceptó estar bajo la jurisdicción de Roma.
Así que el papa León IX es altamente responsable del sismo junto con Miguel I Cerulario (1043-1058). Había llegado a patriarca de Constantinopla bajo el débil emperador Constantino IX Monómaco; Cerulario había tenido una vida muy movida; con éxitos dispares. Por haber participado en una conjura de la aristocracia bizantina contra el emperador Miguel IV, en 1040, había pasado algunos años en el exilio, durante el cual se había hecho monje. Estaba totalmente convencido de la nobleza de su oficio de patriarca y nutrió una gran aversión contra los latinos.
Respecto al proyecto de una alianza papal-bizantina en Italia meridional, Cerulario sospechó un aumento del influjo latino y una subordinación de la Iglesia italiana del Sur a la jurisdicción romana, en el caso de una victoria del papa contra los normandos.
Para alejar la alianza militar con Roma, el patriarca creó una áspera polémica antilatina. En su nombre, el arzobispo León de Acrida u Ocrida (actual Macedonia) dirigió un Tratado al arzobispo Juan de Trani en 1053, en el cual no se tratan cuestiones teológicas del tipo del Filioque, sino de divergencias rituales, que incluso simples fieles podían captar. Las acusaciones a los latinos se referían a asuntos como ayunar el sábado, usar pan ázimo para la Eucaristía, que según el autor era una recaída en el judaísmo.
Como los latinos se negaban a celebrar la Eucaristía con pan fermentado, en lugar del ázimo, el patriarca hizo cerrar las iglesias latinas en Constantinopla. Incluso en esta ocasión se produjeron profanaciones de hostias consagradas latinas.
En el ambiente romano, Humberto de Silvacándida leyó este panfleto antilatino y decidió responder rápidamente. En su respuesta exageró el primado papal y las pretensiones del papa sobre Italia meridional. A la Iglesia griega Humberto le objetó más de 90 herejías. La posibilidad de un entendimiento entre griegos y latinos a penas fue tratada por Humberto.
En este momento la situación política en Italia se había agravado. El ejército del papa había sido derrotado el 16 de julio de 1053 en Civitate, el propio papa había sido arrestado por los normandos y las tropas bizantinas de Argyro también habían sido vencidas.
Con todo ello, ni siquiera el patriarca podía mantener su oposición. El emperador bizantino pide el envío de legados pontificios para recomponer la relación entre Roma y Constantinopla. No fue un buen augurio que Humberto, acompañado por Federico de Lorena, futuro papa Esteban IX, y del arzobispo Pedro de Amalfi, fueran los miembros de la delegación, que será la responsable también de la excomunión. Una carta del papa al emperador bizantino que llevaban consigo propone de nuevo un pacto contra los normandos, pero al mismo tiempo renovaba la petición de una restitución de la jurisdicción pontificia sobre Italia meridional y los Balcanes, la antigua Iliria. Mucho más descortés era la carta del papa al patriarca; en ella le echaba en cara que había despreciado los ritos latinos, de tender hacia un primado sobre los demás patriarcados, de llamarse patriarca ecuménico, acabando por poner en duda su propia ordenación. Probablemente este último escrito, al menos en lo concerniente a la ordenación de Cerulario, habría estado escrito por Humberto.
El emperador bizantino, Constantino IX Monómaco recibió a los delegados, que habían llegado en abril del 1054, de una manera abierta y cordial. Al comienzo se tuvo la impresión de que los tratados iban bien. El patriarca, que estaba junto al emperador, se mostró mucho más frío. Por el momento sólo se consignó la carta del obispo de Roma.
En las semanas siguientes el patriarca no mostró ningún deseo de reaccionar o responder al escrito papal o mostrar algún paso hacia una conciliación. Humberto comenzó a movilizar al público contra el patriarca. Se movía con una versión griega de su respuesta polémica al Tratado de León de Acrida. Un monje bizantino, Niketas Stethátos (Nichetas Pectoratus), se lanzó por su cuenta a defender el uso del pan fermentado contra la praxis latina del pan ázimo, así como la práctica del ayuno y el celibato del clero. Humberto pierde entonces la paciencia y responde al monje con un libelo polémico de pésimo gusto.
Para no comprometer la alianza proyectada entre el ejército papal y el bizantino contra los normandos, el emperador fuerza a Niketas a excusarse con Humberto y a destruir su escrito. Pero Humberto, no contento con esto, comenzó a hablar del Flioque , de lo que hasta ahora no se hacía mención en la controversia. Al final, y culminación de los contrastes, Humberto unido a sus compañeros depone una bula de excomunión sobre el altar de la Agia Sophia y se aleja con las palabras : Dio veda e giudici., era el 16 de julio de 1054. Poseemos una breve descripción de todo ello del propio Humberto llamada Umberti brevis et succinta commemoratio, y también la propia bula. Cuando un diácono corría detrás de él con la bula para devolvérsela, Humberto no la aceptó; la bula cayó al suelo y allí permaneció hasta que alguien la cogió y se la llevó al patriarca.
La bula, redactada por Humberto, era bastante injuriosa, llena de falsas acusaciones. Al patriarca no sólo se le echaban en cara usos griegos como el matrimonio de los sacerdotes (calificándole de nicolaíta.), también se le acusa de rebautizar a latinos, de lo que no tenemos ninguna prueba, favorecer la simonía, prohibir a los hombres afeitados la comunión y de haber quitado del credo el Filioque.
Por todo ello la bula de manera burda decreta la excomunión al patriarca Miguel Cerulario, al arzobispo León de Ocrida y a sus partidarios. No sabemos si el emperador Constantino conocía el contenido de la bula cuando los legados partieron sin haber consignado un pacto. Cuando fue informado por el patriarca del contenido, el emperador intentó sin resultado volver a traer a los legados papales para darles la posibilidad de exponer sus puntos de vista delante de un sínodo. Pero de manera cobarde, los legados del obispo de Roma se fueron sin dar la cara ni al emperador ni al Patriarca.
Humberto lleno de soberbia, ignora el intento del Emperador y huyó. Siglos más tarde Roma se queja de que Oriente rompió con Occidente. Cuando fueron los del Occidente quienes vinieron, ofendieron, y se dieron el lujo de “excomulgar” al Patriarca de Constantinopla.
Todavía Cerulario no quería renunciar a una decisión sinodal. El 20 de julio, Cerulario excomulgó por su parte a los autores de la bula. El 24 se repite la misma excomunión en un sínodo de 16 metropolitanos y 5 arzobispos. Poco después una relación oficial del sínodo incluía en lengua griega el texto de la bula de Humberto.
¿Qué hagamos un examen histórico? Depende de cuál perspectiva partimos. Si es de una histórica, vale la pena, pero si vamos a amontonar tinta sobre las mentiras y falacias que la Religión Católica Romana ha acumulado por los siglos, no vale la pena.
Para empezar, habrá quienes traten de justificar la acción de Roma, argumentando que es claro que Humberto era la persona menos indicada para realizar un acercamiento: porque dirán, él sostenía el derecho primacial romano, remontándose incluso a la falsa donación de Constantino; documento apócrifo al que le daremos un espacio especial en esta obra, por tratarse de uno de los más grandes fraudes de la Religión Católica Romana; pero digamos aquí, que la postura de Humberto no era más que la postura de Roma desde el siglo cuarto hasta el día de hoy. No ha cambiado en nada.
Se expresa en el espíritu del futuro dictatus papae. Su arrogancia fue un obstáculo en los acuerdos desde el comienzo.
Más importante es el problema de la culpa histórica, este autor lo coloca sobre Roma. Porque la unidad de las iglesias cristianas en los primeros siglos, no dependía de estar sojuzgadas por una jerarquía, sino por la ministración que daban los apóstoles y profetas con los Dones del Espíritu Santo.
No puede hablarse de un cisma formal. No puede ser constatado, pero el año 1054 es año histórico porque en éste, se acrecentó la enemistad de Occidente hacia el Oriente.
Si en los últimos tiempos Roma busca a las Iglesias Ortodoxas, al igual que a las iglesias evangélicas, no es por amor, sino por ambición de decir “tengo supremacía” sobre la Cristiandad. Pero dicha supremacía es solamente sobre los grupos religiosos controlados por Roma, jamás será sobre otras iglesias, y mucho menos sobre las Iglesias Evangélicas.
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