Apóstol Dr. Gabriel Sánchez Velázquez y su hijo César Noé Guerrero Yáñez |
Versículo clave: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el
Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y
hasta lo último de la tierra” Hechos 1.8
Objetivo: Entender que el
derramamiento del Espíritu Santo en el Aposento Alto fue en cumplimiento de la Profecía de Joel con la
señal inicial de hablar en otras lenguas. Y saber que esta bendición es vigente en nuestra generación
UNA DOCTRINA
CATEGÓRICA
El bautismo en el Espíritu Santo es muy importante, y dicha importancia se
desprende del hecho en que se menciona en el Nuevo Testamento cuatro veces. Lo cual implica que estamos
frente a una doctrina categórica. Doctrina categórica es aquella que está
claramente establecida en la
Palabra y enunciada de manera repetitiva.
En Mateo 3.11 dice: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el
que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que
yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.”
En Marcos 1.7-8 dice: “Y
predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no
soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado. Yo a la verdad os he
bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo”
En Lucas 3.16 dice: “Respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la
verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy
digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y
fuego”
En Hechos 1.8 dice: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido
sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda
Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”
Si la Biblia
habla de este tema de manera clara y repetitiva, sabemos que se trata de un
asunto de vital importancia. Sí, es de vital importancia recibir el Bautismo en
el Espíritu Santo.
EL DERRAMAMIENTO EN JERUSALÉN
Es maravilloso ver como los discípulos obedecieron al Señor,
cuando les dijo en Lucas 24.49: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre
sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que
seáis investidos de poder desde lo alto”
Porque los discípulos estuvieron en el Aposento Alto una semana
completa en oración y espera del cumplimiento de la promesa. Hay quienes
afirman que la espera duró 40 días. No.
Tomemos en cuenta que entre la Pascua y el Pentecostés mediaban 50 días. Desde
la muerte del Señor Jesús hasta su
resurrección, transcurrieron 3 días. De acuerdo a Hechos 1.3, el Señor Jesús se
apareció a los discípulos para darles mandamientos durante 40 días. Así que
desde que el ascendió, hasta que descendió el Espíritu Santo solo hay una
semana.
Aquí hay que destacar, que de más de 500 hermanos que estuvieron
el Monte de los Olivos para ver ascender
a Jesús a los cielos, según afirma I Cor. 15.6,
solamente 120 estaban en el
Aposento Alto cuando descendió el Espíritu Santo. Los 380 restantes se fueron por no saber
esperar en el Señor y se perdieron de la bendición. Eso pasa a los cristianos
que no saben esperar que las bendiciones prometidas del Señor en sus vidas
llegue en el tiempo de Dios.
Dice Hechos 2.1: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban
todos unánimes juntos” En este
versículo hay la idea implícita de un día “prometido” de Pentecostés. Y el elemento
fundamental del momento es que los discípulos estaban UNANIMES JUNTOS. Porque podemos estar juntos, pero eso no
implica que estemos unánimes. De aquí
que la unanimidad, es un factor determinante para que las bendiciones de Dios
vengan y en particular para que el derramamiento del Espíritu Santo sea nuestra
vivencia.
El término griego omoqumadon (HOMOTHUMADON) que se traduce unánimes, quiere
decir, de común acuerdo. De omoV (HOMOS) mismo
y qumoV (THUMOS) mente. Se usa 10 veces en el Libro de los Hechos y en
Romanos 15.6. Cuando nos congregamos como iglesia de Jesucristo y estamos de común
acuerdo, suceden cosas maravillosas.
Al derramarse el Espíritu Santo hay señales sobrenaturales. Dice
Hechos 2.2-4: “Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que
soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les
aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de
ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras
lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”
El viento recio y las lenguas de fuego sobre la cabeza de los
discípulos son hechos notorios, pero el versículo 4 afirma que: a) Fueron llenos del Espíritu Santo y b) Comenzaron
a hablar en otras lenguas.
Aquí el término lenguas, glosai (GLOSAI) en griego significa idiomas. Pero ¿qué función tuvieron estos idiomas? Las iglesias evangélicas de
corte histórico, han sustentado desde siempre que esas lenguas fueron para
anunciar el Evangelio a los que estaban presentes de muchos países del mundo,
para que cada uno pudiera escuchar el mensaje en su lengua. El mismo muy
respetado Dr. Juan Wesley afirma lo mismo.
Sin embargo, debemos considerar dos cosas:
a)
La ubicación geográfica del Aposento Alto. Como leemos que había
gente de muchas partes del mundo en Jerusalén en el día de Pentecostés, tenemos
la idea de que estaban todos juntos, y que en medio de ellos, vino el
derramamiento del Espíritu Santo. Pero no era así. La multitud en todo caso,
estaba en el templo. Y los ciento veinte estaban en el Aposento Alto.
He tenido el privilegio de estar en la ciudad de Jerusalén y
trasladarme del atrio del templo hacia el Aposento Alto y hay una distancia
considerable. En el autobús turístico hicimos unos 18 minutos de trayecto.
Tomar en cuenta esta distancia es importante para entender el
motivo de las lenguas en Pentecostés. Ya
que dice claramente Hechos 2.4-6 dice: “Y fueron todos llenos del
Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les
daba que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de
todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud;
y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua”
Si notas bien, los ciento veinte no principiaron a hablar en
lenguas porque se reunió la multitud, lo cual hubiera apoyado la teoría de que
les predicaron el evangelio en otras lenguas.
Cuando fueron llenos estaban solos en el Aposento Alto, y al ser llenos
del Espíritu Santo, principiaron a
hablar en lenguas. No había nadie extraño.
Pero hecho el estruendo, se agolpó la multitud para ver que era
aquello y al llegar al Aposento Alto los encontraron hablando en lenguas. Eso
implica que aunque nadie hubiera acudido, los ciento veinte de todos modos
hubieran hablado en lenguas.
b)
Los que subieron a adorar en Pentecostés tenían un idioma común en
el Templo, el hebreo.
El pueblo de Israel aun en la dispersión ha conservado su idioma
el hebreo. En el templo tanto judíos como prosélitos participaban del culto en
lengua hebrea. De manera que si tenían que recibir un mensaje, no necesitaban
traducción. Así que, no eran necesarias
las “lenguas extrañas” para la predicación, como sustentan grupos
evangélicos históricos. Además, es claro que la predicación la dio Pedro[1]
en hebreo y nadie tradujo el mensaje a otros idiomas.
Si el mensaje se hubiera dado en lenguas, la predicación de Pedro
hubiera sido de más. Con “el mensaje en
lenguas” la gente se hubiera convertido. Pero era necesario que alguien
predicara para la conversión de la gente. Entonces, las lenguas
cumplieron otra función.
Entonces: ¿Para qué eran esas lenguas? En Hechos 2.11 dice: “cretenses
y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.” Hablar las maravillas de Dios es una frase
clave. Hablar las maravillas de Dios es alabarle. Con la adoración expresamos
lo que Dios es, y con la alabanza expresamos lo que Dios hace. Dios hace
maravillas.
Como podremos corroborar más adelante, las lenguas son oración
básicamente para alabar al Señor.
Finalmente leí en algún portal la peregrina idea de que el Espíritu
Santo no se derramó sobre los ciento veinte, sino solamente sobre los 12
apóstoles. Esa postura contradice la Escritura. Cuando
Pedro predica lo primero que hace es mencionar la Profecía de Joel. Hechos
2.16-18 dice: “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros
días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y
vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros
ancianos soñarán sueños Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en
aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.”
Así que el pasaje nos da la promesa de un derramamiento sobre toda
carne, diferente del derramamiento en el Antiguo Testamento que solamente era
sobre algunos. Además en los derramamientos subsecuentes veremos que todos los
presentes recibían el Espíritu Santo y no todos eran apóstoles.
Asentemos aquí que, la promesa de recibir el bautismo en el
Espíritu Santo, está dada a todos los discípulos del Señor Jesucristo. Hechos
2.39 dice: “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para
todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”
CONCLUSION
Han pasado dos mil años desde aquel glorioso Pentecostés, cuando
fueron abiertas las puertas de la predicación del Evangelio a las naciones, una
vez que se hubo derramado el Espíritu Santo sobre los ciento veinte en el
Aposento Alto; y ahora disfrutamos la frescura de un nuevo derramamiento del
Espíritu Santo en todo el Cuerpo de Cristo.
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