Apóstol Dr. Gabriel Sánchez Velázquez y los Pastores Juan Carlos Balderas y Carlos Alonso y su respectiva esposa. |
Introducción
Cuando vemos la historia del Apóstol
Pedro, el auténtico, el de la
Biblia; y leemos las fantasías mitológicas de cómo dice la religión católico-romana
que era el Pedro de la leyenda pagana, encontramos un divorcio abismal
entre ambos personajes. Son dos Pedros. El real, el histórico, el que podemos leer
en las Escrituras, y el mítico,
fantástico, grotesco y burdo de la religión Romana.
Veamos algunos rasgos importantes del Pedro
de la Biblia:
I. El Pedro de la Biblia era Casado
No era célibe, tenía a su esposa, por eso tenía suegra, Mateo 8.14-15 dice:
“Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la
suegra de éste postrada
en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó y
les servía”
Pedro, además de haber sido padre de familia
y un varón responsable, como yerno fue
muy amoroso con su suegra, pues la tenía viviendo en su propia casa. Por eso sus
consejos sobre el matrimonio de I Pedro 3.1-7 son de valor trascendente. Entre
tanto que el Pedro mitológico es célibe, porque según la doctrina
neo-platónica, de ese modo es más santo y digno del ministerio. Como creen los
curas que lo son, por no tener esposa.
II. Pedro vivió una vida modesta
Un día, Pedro subió con Juan al
templo, a la hora de la oración. Un cojo
de nacimiento les pidió una limosna.
Dice Hechos 3.6, que Pedro después de buscar en sus bolsillos dijo:
Esto implica, que el Pedro de la
Biblia carecía de sobrados recursos económicos.
Esta es la humilde tiara del humilde papa Francisco I |
Al Papa León X, en cuyas manos estalló
la Reforma del Siglo XVI se le atribuye la poco afortunada frase: “Gocemos
de este papado que el Señor Dios nos ha dado”, después de mostrar
sus tesoros al hermano de Alberto de
Maguncia, Arzobispo alemán.
III. Pedro Jamás aceptó la Veneración
Dice la Palabra en Hechos 10.25-26:
“Cuando Pedro entró, salió Cornelio a
recibirle, y postrándose a sus pies, adoró. Mas Pedro le levantó, diciendo:
Levántate, pues yo mismo también soy hombre”
¿Tendría Cornelio aparentes motivos
espirituales para adorar al Apóstol Pedro?
Parece ser que él creía tenerlos. Cornelio era gentil. En su contexto
cultural estaba acostumbrado a adorar al César. Así que para él no era ajeno
adorar a un hombre. Por otro lado, si un ángel del cielo viene a ordenarle que
mande llamar a Pedro y que este le traería el mensaje de salvación, por supuesto,
que Pedro debiera ser alguien muy especial. Y lo era. Pedro era lavado con la
Sangre del Cordero y llamado a ser Apóstol de Jesucristo.
Pero de allí, no hay fundamento alguno
para que Pedro fuera adorado, y mucho menos que Pedro deseara o aceptara dicha
adoración.
Cuando Cornelio sale a recibirle y le
adora, Pedro sin titubeos ni ambages lo levanta de inmediato. Y le declara de
manera categórica:
‘Levántate, Pues yo mismo también soy Hombre’
Este es el Pedro real, el histórico,
el que menciona la Biblia.
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Ahora, el Pedro mitológico, el espurio,
el que ha construido la religión católico-romana con tantas leyendas, mitos,
cuentos y hechos imaginarios, tiene sed de adoración. Nada alimenta más
el ego papal que esas denigrantes transmisiones televisivas en que un
gobernante recibe al Papa en el aeropuerto y se arrodilla ante él para besarle
el anillo papal. Cosa que afortunadamente ya no sucede con la mayoría de los
gobiernos católicos de Europa. El corazón del anticristo se solaza con esa
adoración pública.
Sin embargo, la mayoría de los católicos
ignoran que cuando el conclave cardenalicio elige al nuevo papa, lo primero que
sucede es una serie de adoraciones que se le hace al nuevo pontífice en
secreto, aún antes de que por la chimenea salga humo blanco y se dé el pregón “Habemus
Papam”.
Tan pronto es electo el nuevo papa se le
pregunta si acepta el cargo. Y luego se procede con él así:
- Se le sienta en el Altar mayor de la Basílica de San
Pedro y todos los cardenales pasan a adorarlo de rodillas, uno por uno.
- Se le lleva en procesión alrededor de la basílica,
cargado en hombros, como se hace con los ídolos mudos en las fiestas
patronales.
- Se le sienta en el trono de San Pedro. Y cardenal
por cardenal, para frente a él, se arrodilla y le besa el anillo pastoral,
profesando absoluta sujeción y veneración.
¡Qué contraste entre el Pedro
histórico de la Biblia con el Pedro mitológico de la religión romana!
Cristiano: Nada tengas que ver con el Anticristo del Vaticano.
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